En el mundo de la gestión de proyectos hay una obsesión absurda por la metodología lean.

Y como todo lo que suena en inglés, parece que si no la usas eres un cavernícola.

¿Y en qué consiste lean?

Pues básicamente en hacer pruebas rápidas y, si algo no funciona a la primera, descartarlo.

“Fail fast”, le dicen los frikis del lean.

Traducción: Fracasa deprisa y cambia rápido sin perder mucho tiempo.

Vaya genialidad, ¿eh?

Es como si te dijeran que para encontrar oro caves dos veces con el pico y, si no brilla, dejes el pico y te vayas a buscar otra cosa.

¿Sabes cuántos proyectos, negocios, libros, inventos, empresas y matrimonios de éxito habrían muerto bajo esa lógica?

Si J.K. Rowling se hubiera rendido después de los primeros rechazos editoriales, Harry Potter hoy seguiría en un cajón.

Pero tú tranquilo.

Sigue descartando a la primera todo lo que no dé resultados inmediatos.

Mucho mejor que elegir una dirección con claridad, y entonces insistir como un martillo hasta romper el muro.

Porque todo va de fuerza bruta, de insistir, de tener claridad.

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Y es que no se trata de ir picoteando tonterías, sino de enfocarse en lo que importa.

Abrazo.