Esto es un tío.

Se llama Juan.

Y entra en una tienda de ropa de segunda mano a ver si caza algo decente sin dejarse mucho dinero.

Después de bucear entre ropa con más kilómetros que un taxi, encuentra el tesoro: un traje Hugo Boss, impecable, por 20 euros.

“¡Es mi día de suerte! —piensa— Me he ahorrado mil eurazos. Soy el pu*o amo.”

Error.

No eres el amo, Juan.

Eres el tipo que confirma que no vale mil euros.

Y que, por tanto, solo se permite aparentarlo si otro lo tiró antes.

Ahora imagina esto:

Amancio Ortega, con 20 años, entrando a una tienda de segunda mano y saliendo con un traje usado diciendo:

“Me he pillado un Hugo Boss por 20 pavos. Qué listo soy.”

No.

Porque eso no es lo que hace la gente brillante.

Porque la gente que llega lejos no se entrena en buscar rebajas. Se entrena en ser quien puede pagar lo que quiere.

Lo caro no existe.

Si tiene ese precio, es porque alguien lo está pagando.

Y si tú no puedes, el problema no es el precio: eres tú.

Cada vez que celebras una ganga estás reforzando que eres insuficiente.

Estás gritándole a tu cerebro: “Esto es lo que me merezco: algo usado. No merezco más y mejor”.

Así que no, Juan. No te digas eso. No te compres ese traje.

No porque no sea bonito.

Sino porque tienes valorarte.

Tienes que invertir en ti.

Inviertir en claridad.

[ LIBRO ] Claridad Ancestral (12,95 €)

Para los que están listos para valer más.

Abrazo.