Porque es demasiado barato.
Si la cuota fuera de 500 euros al mes, irías todos los días. No para ponerte en forma, sino para justificar el gasto.
Porque así somos: solo valoramos lo que nos cuesta dinero.
Esto lo demostró Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo. Un hombre capaz de llenar teatros con entradas a partir de 100 dólares.
En un experimento, se puso a tocar en el metro de Washington con su Stradivarius de 3,5 millones de dólares.
Más de mil personas pasaron de largo. Apenas un puñado se detuvo a escuchar. En total, recaudó 32 dólares en propinas.
¿Qué demuestra esto? Que lo gratis o barato no se valora.
Si no cobras por lo que haces, nadie lo apreciará. Si regalas tu tiempo, no te lo van a valorar.
Y cuidado, porque si ignoras lo barato, puedes estar perdiendo cosas de enorme valor. Como el gimnasio o como libros que podrían cambiar tu vida.
Y hablando de valor, mi libro Claridad Ancestral cuesta menos que una pizza. ¿Lo compras o sigues pensando que lo barato no vale la pena?
A la venta aquí.
Abrazo.