Cada año, muchos padres se enfrentan al dilema de elegir colegio para sus hijos. Y cuando hablas con ellos, muchos dicen lo mismo:

“Ojalá no hubiera tantas opciones, porque no sé cuál escoger.”

Esto revela una verdad: no nos gusta elegir.

Y no solo pasa con los colegios.

Si un restaurante tiene una carta con 50 platos, la gente tarda una eternidad en decidir y eso incomoda. Si solo hay cinco opciones, la elección es rápida y sin sufrimiento.

Si ofreces demasiados planes de suscripción, los clientes se paralizan y no compran ninguno. Cuantas menos opciones, ventas más rápidas.

Si tienes un armario lleno de ropa, cada mañana pierdes un valioso rato eligiendo qué ponerte. Con pocos conjuntos de calidad, te ahorras el desgaste mental.

El problema es que cada decisión gasta energía mental. Y el cerebro está diseñado para gastar lo menos posible.

Por eso, si tienes que tomar decisiones importantes, no lo hagas al final del día, cuando ya estás agotado. Hazlo por la mañana, con la mente fresca.

Y si quieres más claridad en tu vida, mi libro Claridad Ancestral. A la venta aquí.

Abrazo.