Hace miles de años, un hombre rico se fue de viaje y dejó su fortuna en manos de sus tres sirvientes.
Repartió su dinero así: al primero, cinco talentos; al segundo, dos; y al último, solo uno.
(En aquella época, un talento era una unidad de dinero que representaba una cierta cantidad equivalente de oro o plata)
El primer sirviente invirtió sus cinco talentos y los triplicó.
El segundo también los invirtió y convirtió sus dos talentos en cuatro.
Pero el tercero, asustado, cavó un hoyo y escondió su talento bajo tierra para no perderlo.
Cuando el amo regresó de su viaje, al que enterró su talento, se lo quitó y lo entregó al que más tenía.
¿Injusto? La vida funciona así.
No importa si empiezas con más o con menos. Lo que realmente pesa es tu actitud.
El que trabaja, el que da más de sí, recibe más a cambio. No por suerte, sino porque aprovecha oportunidades y las multiplica.
El que se paraliza por miedo, el que esconde su talento esperando un momento perfecto, termina perdiéndolo todo. Porque la vida no premia la pasividad, premia la acción.
Si quieres más dinero, más oportunidades, más éxito… muévete.
El mundo pertenece a los que se mueven.
Y si quieres reflexionar sobre lo que realmente importa, lee mi libro Claridad Ancestral. Se compra aquí.
Abrazo.